PORQUE ACONSEJO HACERSE LA “BLEFAROPLASTIA”
CON EL LASER CO2 FRACCIONADO
No tendrá riesgo de padecer lo que cuenta Silvia Nieto, porque no se recorta nada. El Laser Co2 Fraccionado repetido un par de veces “encoje” la piel de los parpados y soluciona el problema.
Artículo publicado en EL MUNDO
Me hice una blefaroplastia. Así fue mi experiencia y así están mis ojos años después
Historia de Silvia Nieto
Decidí hacerme una blefaroplastia al separarme de mi marido, recién cumplidos los 40... [Seguro que un profesional de la psicología tendría algo que decir después de la afirmación anterior, pero esta vez no le vamos a dar ese gusto].
El caso es que, un buen día, tras calcular cómo de tiritando se iba a quedar mi cuenta corriente tras la operación, me di permiso a mí misma para embarcarme en una 'aventura' de cirugía plástica. Si había razones de peso para ello no es pertinente. Seguramente los demás no me miraban la cara con tanto detalle como yo, pero aquí, como siempre (que es lo que muchos no entienden) lo significativo no es lo que ven en ti los demás, sino lo que ves tú. Y lo que yo veía entonces es que tenía bolsas en los ojos, arriba y abajo; y que, para más inri, las de un ojo eran mayores que las del otro, lo que me remitía una y otra vez, oh pesadilla, a la asimétrica mirada de un Pedro Solbes, dios lo tenga en su gloria, que mostraba un ojo derecho muy cerrado y el otro no. Y yo, como que no me veía.
Aunque fui precoz, ahora me entero de que no lo fui tanto. La blefaroplastia es una de las operaciones estéticas más demandadas a partir de los 45 años y ocupa el primer puesto entre los mayores de 60 años. Según la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), es la cirugía estética con más demanda entre los varones (19,9% del total de las intervenciones). A ver. Que casi no se te vean los ojos por culpa de los párpados, derrumbados debido a la gravedad, la flojera muscular y la grasa, no es del gusto de nadie. Como tampoco lo es que te digan cada dos por tres que tienes cara de echa polvo o de recién salida de un after por culpa de unas bolsas palpebrales del tamaño de dos mazapanes.
Y eso por no hablar de lo cansino que resulta constatar cada día que no sirve para nada ponerte una cucharilla helada bajo los ojos, untarte Trombocid como si lo regalaran o cubrirte la cara de rodajas de pepino.
La visita al cirujano
El caso es que motivada como nunca, y después de investigar en Internet qué cirujanos plásticos parecían dar el tipo en asunto tan serio (una en principio no deja a cualquiera meter mano y bisturí en su cara), me decidí por uno que exhibía cierta dosis de pedigrí en el barrio de Salamanca madrileño. Ilusionada y nerviosa, atravesé la puerta de la consulta sin olerme que estaba a punto de meter la pata, si no hasta el fondo, cerca.
Un cuadro enorme de un mal gusto tremendo en una de las salas de espera de la consulta debió de advertirme de lo anterior, pero nada, que yo no estaba receptiva. Ya en el despacho del cirujano, un señor tan extraordinariamente bronceado como locuaz, este me habló maravillas de la blefaroplastia, una técnica que ya en aquel entonces se realizaba de manera ambulatoria, en un cortísimo espacio de tiempo y que eliminaría el exceso de piel y grasa de mis párpados para siempre. Como herramienta de márketing definitiva, en un momento determinado de nuestra conversación el médico abrió un cajón, sacó de él una hoja de papel plastificada y me la colocó delante de los ojos. Eran dos fotos de él mismo, antes y después de hacerse una blefaroplastia. Aunque era evidente que no se la había practicado él mismo (eso hubiera sido la megbomba)...,
¿quién puede dudar de las bondades de una técnica que el propio médico usa?
Y ahí estoy yo, semanas más tarde, sobre la mesa de operaciones de una clínica en las afueras, todas mis esperanzas puestas en ese doctor morenísimo y su dinámico equipo de jóvenes médicos ayudantes. Cuente usted atrás desde 10, nueve, ocho, sie...
Lo que el cirujano se llevó y me quiso devolver
En definición de la propia SECPRE, "la intervención suele durar entre una y tres horas (...). Si se van a realizar los cuatro párpados, generalmente se empieza por los superiores. La mayoría de las veces las incisiones se colocan en las líneas naturales de los párpados superiores y justo debajo de las pestañas en los inferiores; en algunos casos pueden extenderse hacia las patas de gallo [que en ningún caso corrige]. A través de estas incisiones se separa la piel de la grasa y músculo subyacentes, extirpando el exceso de grasa y, en ocasiones, el exceso de piel y músculo. Las incisiones se cierran con suturas muy finas. En otros casos, en pacientes jóvenes en los que sólo hay exceso de grasa, se puede realizar una blefaroplastia transconjuntival de los párpados inferiores; la incisión se coloca en el interior del párpado inferior no dejando cicatriz visible".
Me despierto y hale hop, todo ha ido bien, "tome usted, que esto es suyo".
Me alarga el médico un bote de muestras y dentro están... ¡mis bolsas! Sí, las de los ojos. ¿Para que me las lleve de recuerdo?
-¿Le importa si se las dejo aquí? Yo ya no las quiero para nada- declino.
Llega el momento de las advertencias. Duerma con una almohada alta durante unas semanas; lleve siempre gafas de sol grandes y superoscuras; no se asuste si cuando mueva los ojos hacia un lado siente como un mareo; póngase esta pomada; no se rasque los ojos, son 2.500... Los hilos de sutura me salen por los extremos de los párpados, regalándome el aspecto de un triste muñeco descosido. Los ojos han adquirido el estilo de los de un boxeador apaleado, con una creciente hinchazón. Con los días, la zona adquirirá un aspecto aún más dramático, pasando del rosa al negro, del negro al morado, del morado al verde y del verde al amarillo.
Y sin embargo, yo soy feliz.
Soy feliz incluso cuando la misma noche de la operación, durmiendo en casa de mi amiga Maribel, que me acoge por compasión, mi hijo me atiza un codazo en pleno ojo (ley de Murphy) mientras compartimos sofá cama. O cuando compruebo día tras día que, en efecto, cuando muevo los ojos hacia la derecha o la izquierda es como si mis músculos oculares no tuvieran energía para seguirle el ritmo a mi cerebro. Vamos, que cuando quiero mirar a la izquierda, mi cerebro llega ahí antes que mis ojos, produciendo una rara sensación de vértigo. Por las noches, además, no paro de llorar. Los lagrimones caen por mi cara durante horas. Durante días. Durante semanas. Durante... meses. Ejem, durante años.
Empiezan los problemas
Porque los ojos no se me cierran del todo durante mucho, mucho tiempo. Al principio pienso que es normal. De hecho, el médico me dice que es normal y que ya pasará. Después empiezo a pensar que me han cortado párpado de más. Con el tiempo llego a la conclusión de que me ha operado el becario. Llega un día en que tengo que dormir con un pañuelo atado a los ojos, para que se me cierren completamente, o aplastando la cara contra la almohada. Porque la molestia viene, sobre todo, del lagrimeo persistente, que me suele despertar en mitad de la noche.
[Lo que yo no sabía entonces pero el doctor José Nieto, especialista en la materia, me explica ahora es que "el lagrimeo tras una blefaroplastia no es algo normal. Probablemente esté relacionado con un descenso del párpado inferior o un cierre inadecuado del párpado porque se haya quitado demasiada piel del superior"].
Por lo demás, parece que la cosa va volviendo a la normalidad. ¿O no? Tengo que reconocer, cuando todo vuelve 'a su sitio' que yo antes era más mona, con mis parpaditos tipo Brad Pitt. Ahora me veo los ojos bastante hundidos "pero al menos", me digo, "ya no tengo bolsas" (quien no se consuela...). Las cicatrices van pasando cada vez más inadvertidas tras las líneas de pestañas. Nadie diría que soy otra persona, pero, definitivamente, algo que era característico de mi rostro ha dejado de estar ahí. Y a todo esto, venga a llorar. Todavía hoy lloro algunas noches, de hecho, y han pasado 20 años.
Un oftalmólogo me diagnostica ojo seco. Por eso lloro. Menuda paradoja. Porque, explica ahora desde su web José Nieto, "aunque suene contradictorio, el ojo seco puede provocar lagrimeo. Cuando la superficie ocular no está adecuadamente protegida por la película lagrimal, se produce una irritación de la misma que provoca una gran incomodidad al paciente y a la vez hace que la glándula lagrimal principal sobreactúe momentáneamente para proteger la superficie ocular". Y resulta que si el cirujano plástico, durante una blefaroplastia, quita demasiada piel..., la córnea queda expuesta al aire y se seca. Y a llorar se ha dicho.
¿Pero puede ser aún peor?
Y esto, con suerte. Porque otra posibilidad es que durante la intervención se haya dañado el músculo responsable del cierre de los párpados, el orbicular, que algunos cirujanos extirpan parcialmente. Eso puede producir un cierre incompleto de los ojos, también llamado lagoftalmos. La consecuencia, de nuevo sequedad excesiva de la córnea, irritación y... lagrimeo.
Pero una es como es, y no le da demasiada importancia al tema o no se le ocurre que la mala praxis del cirujano haya tenido algo que ver en el asunto (con lo que ha costado la operación, una supone -mal- que todo ha salido bien). De hecho, con el tiempo hasta se me olvida el nombre del cirujano. Lo he buscado mientras escribía este artículo. Y resulta, tachán, que acumula demandas, incluidas algunas por blefaroplastias que acabaron en dificultades para cerrar los párpados y sequedad en los ojos. Leo que en 2014 la propia SECPRE le pidió a la Asociación del Defensor del Paciente datos para abrirle un expediente informativo al médico, que acumulaba ya, según la organización de Carmen Flores "decenas de quejas".
Llegados a este punto cabe preguntarse si una blefaroplastia mal hecha tiene 'arreglo'. Le hacemos la pregunta al doctor Marco Sales, experto en blefaroplastia y cirugía estética de la mirada en IMO Grupo Miranza (Madrid): "Depende. En el párpado de arriba, muchas veces podemos mejorar las asimetrías en los surcos, y en algunos casos devolver parte de la grasa. Si ha habido excesiva extirpación de piel, a veces puede ser necesario hacer injertos de piel. El problema es que a veces se pueden notar tras la cirugía. En el párpado inferior, si ha quedado algún resto de bolsa o una protrusión, eso se suele poder mejorar con relativa facilidad, y en el caso de que haya una malposición del párpado hay que valorar muy bien si hay una retracción significativa que obligue a cirugías más complejas. Con estas podemos mejorar la situación, pero a veces no podemos normalizar del todo". Si el problema es que los ojos han quedado hundidos, explica el doctor José Nieto, "se puede rellenar, para reducir el hundimiento, con ácido hialurónico o con grasa propia".
Moraleja: antes de hacerte una blefaroplastia, busca a un profesional que sepa lo que se hace. Como recomienda Marco Sales, "hay que acudir a alguien que tenga experiencia en el tratamiento. Una persona con dedicación exclusiva al área periocular y especializado en los párpados maximiza los buenos resultados y minimiza el riesgo de complicaciones". José Nieto, por su parte, se inclina por "un oftalmologo con formación en cirugía de párpados y experiencia". Mejor también, esto ya te lo digo yo, si no es un cantamañanas. Mejor, si no te hace llorar.
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